Vulgarmente, se piensa que la causa es un aumento desmedido de la presión sanguínea o del volumen de sangre a causa del esfuerzo. Pero en realidad se debe a que los vasos que hay debajo de la piel son empujados hacia la superficie y resaltan a nuestros ojos. En reposo, el corazón impulsa la sangre hacia la aorta, que la conduce hacia otros vasos arteriales, con una presión normal de 12/8. Pero, durante el ejercicio, el ritmo cardíaco aumenta, así como la presión en los vasos. La subida de presión exprime los capilares, los vasos de menor calibre, y hace que parte del plasma atraviese sus paredes hacia los músculos, que se hinchan y endurecen. Éstos empujan las venas próximas a la piel hacia la superficie, lo que hace que parezcan inflamadas.
Publicado en XLSemanal (08-04-2007)
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