No cabe duda que estas reuniones deberían hacerse con más frecuencia, y estoy seguro que se harán.
El
hecho del reencuentro equivale a recordar las cosas comunes que nos
unieron, permitiéndonos disfrutar, de nuevo, los momentos; la mayor
parte de las veces placenteros; de nuestra trayectoria como judokas, ju
jitsukas, o en cualquier actividad que realicemos en torno a estas artes
marciales clásicas.
Algo tienen estas, las artes marciales, que,
casi como los sacramentos, imprimen carácter, de manera que el que
alguna vez se implicó en ellas, nunca dejará de llevarlas dentro de su
espíritu.
Así son las cosas, amigos, y así lo serán siempre.
Pero cuando en un momento determinado, en una conversación de gimnasio
como otra cualquiera, surge la idea de de celebrar esta historia, con el
fin de reconocer; por nosotros mismos y públicamente; los méritos de
nuestros compañeros, enseguida cristaliza. Es entonces cuando miembros
de nuestro club, con solera, trayectoria deportiva y criterios de
equidad, acuerdan que debemos señalar, positiva y cortésmente, a estos
compañeros, que sin duda alguna, son un ejemplo a seguir por todos
nosotros.
Espero volver al gimnasio el lunes, y dentro de un año, a otra cena como esta.
Foto: Javier Otero.